Aproximadamente el 50% de la población de la primera potencia económica del mundo cree que Dios nos creó tal y como somos actualmente hace unos 10.000 años. Solo este dato es suficiente para darnos cuenta del grado de ignorancia que gran parte de la población tiene sobre los orígenes del ser humano. Esta situación se ha vuelto mucho más grave recientemente porque la ciencia ha descubierto que estos orígenes no solo determinan en gran parte nuestro físico sino también nuestra forma de comportarnos, nuestras fobias, nuestras enfermedades modernas, nuestros prejuicios y nuestro
funcionamiento biológico. Esto quiere decir que desconocer nuestros orígenes implica desconocer el origen de lo que somos, de donde venimos, adonde vamos, porque nos comportamos como lo hacemos, porque tenemos fobias, prejuicios o enfermedades o porque tenemos la piel clara u oscura o porque nos ruborizamos.
Esta situación explica probablemente porque muchas de las increíbles consecuencias del proceso evolutivo y de la acción de los genes no ha trascendido al público en general y solo son conocidas por un puñado de genetistas y biólogos evolutivos. Este artículo es la última parte de una serie de cinco artículos que pretende remediar esto en parte, además, como veremos, esto ya no es solo cuestión de pura curiosidad científica sino que es un asunto de enorme importancia en cuestiones médicas y de salud pública o incluso es posible que el destino de la humanidad dependa de ello.
PARTE V: EVOLUCIÓN, GENES Y LAS ADICIONES HUMANAS
El abuso y la dependencia de sustancias psicoactivas es uno de los problemas más graves a los que se ha enfrentado la humanidad dentro de la sociedad moderna. Entre 167 y 315 millones de personas consumieron sustancias ilegales durante el año 2010. Se estima que el 38,3% de la población mundial consume alcohol regularmente. En EEUU se estima que el 75% de los reclusos son toxicómanos y que el gasto en ese país derivado de problemas relacionados con el abuso de drogas y alcohol ascendió a 245.700 millones de dólares solo durante 1992. Entre 1988 y 1995 los norteamericanos
gastaron 57.300 millones de dólares en drogas de los que 38.000 fueron en cocaína, 9.600 en heroína y 7.000 en marihuana. ¿Por qué sentimos euforia o placer cuando ingerimos alcohol? ¿Y cuando fumamos? ¿Qué es lo que produce la adición? ¿De donde proceden los efectos psicotrópicos de las drogas? ¿Por qué sus efectos son diferentes de unas personas a otras?
Una vez más las ciencias evolutivas y la genética se unen para proponer lo que hasta ahora es la mejor explicación sobre el verdadero origen de un fenómeno que puede llegar a ser patológico y que afecta a millones de personas en todo el mundo.
Como casi siempre en este campo de la ciencia aún faltan muchos estudios para confirmar definitivamente esta nueva visión sobre las adiciones humanas, sin embargo, una vez más, sin tener en cuenta las ciencias evolutivas y la genética es imposible
entender el verdadero origen de lo que muchos denominan "los comportamientos oscuros del ser humano".
Las plantas como grandes fabricantes de "armas químicas"
En la década de 1940 en el oeste de Australia los ganaderos empezaron a tener un serio problema ya que de forma inexplicable las ovejas no se quedaban preñadas. A pesar de mejorar y aumentar los recursos dedicados a los métodos de reproducción, las ovejas
no conseguían quedarse preñadas o perdían sus crías antes de dar a luz. Los ganaderos, desesperados solicitaron la ayuda de químicos y expertos para tratar de investigar si alguna sustancia estaba interfiriendo en la fertilidad de las ovejas. Tras meses de trabajo, por fin se encontró al culpable del problema: el trébol europeo. La planta del trébol fabrica un fitoestrógeno, una sustancia llamada formononetina que tiene propiedades similares a las hormonas sexuales femeninas. Los machos, al ingerir la planta del trébol, ingieren gran cantidad de hormonas femeninas que reducen su actividad sexual y les impiden preñar a las hembras. Es una especie de "castración química" temporal. De hecho, la primera píldora anticonceptiva se fabricó a partir del fitoestrógeno generado por otra planta: la barata mexicana. Pero, ¿por qué los tréboles iban a fabricar una sustancia química similar a las hormonas sexuales femeninas?
Las plantas son seres vivos muy antiguos y al contrario que los demás seres vivos no pueden huir de sus depredadores, sin embargo, las plantas distan mucho de ser seres inofensivos a merced de sus enemigos. A lo largo de miles de años, las plantas han desarrollado el mayor arsenal de armas químicas que existe en el planeta. Éstas se
defienden de sus depredadores mediante todo tipo de venenos y tóxicos, de hecho, la mayoría de las plantas que existen son tóxicas para todo tipo de depredadores. Evidentemente, los venenos están diseñados para combatir los depredadores naturales de las plantas: animales herbívoros, insectos, virus y bacterias.
El trébol, por ejemplo, combate a uno de sus depredadores naturales, las ovejas, evitando que se reproduzcan y reduciendo así su número.
Este ejemplo ilustra el poder del arsenal químico de las plantas, éstas pueden paralizar, desorientar, esterilizar o alterar el sistema nervioso de sus enemigos. Esto constituye el punto de partida para tratar de entender los efectos psicotrópicos de algunas plantas en las personas.
Estramonio Cocaina Marihuana
Las emociones y el sistema de recompensa de los mamíferos
Las condiciones de vida a lo largo de la evolución de los mamíferos y de los primeros homínidos eran muy diferentes a las actuales: los recursos alimenticios eran muy reducidos y los organismos vivos debían aprovechar cualquier fuente de alimento disponible. La presencia de alimentos muy energéticos como el azúcar era escasa, por eso, los mamíferos sentimos una intensa sensación de placer y bienestar cuando ingerimos alimentos ricos en azúcar como el chocolate. Al contrario, alimentos con muy bajo contenido energético o potencialmente nocivos para nosotros nos transmiten un sabor amargo o desagradable.
Lo que es importante entender es que el sabor dulce=agradable o amargo = desagradable es una "recreación" de nuestro cerebro, no existen las moléculas de sabor dulce o amargo sino que las papilas gustativas detectan ciertas sustancias presentes en ciertos alimentos y transmiten una señal al cerebro el cual, por motivos de mejora adaptativa obvios, genera una sensación de placer o de desagrado. La idea clave es la siguiente: las sensaciones y emociones humanas han sido "fabricadas" por la evolución con el objetivo de mejorar nuestro nivel de adaptación al entorno. De esta forma, las emociones nos premian con sensaciones positivas como euforia, alegría o felicidad cuando alcanzamos un buen nivel adaptativo o incluso solamente con la perspectiva de alcanzarlo. Al contrario, sensaciones negativas como ansiedad, frustración o tristeza fueron "creadas" por la evolución como señal de "aviso" de que nuestro nivel de adaptación no es alto y de que debemos esforzarnos para mejorarlo. Tanto las sensaciones positivas como las negativas son necesarias, dentro de un cierto balance, y contribuyen a mejorar nuestra supervivencia.
Las emociones negativas tienen además la importante misión de avisarnos de posibles amenazas o riesgos potenciales de forma que evitemos conductas que podrían poner en peligro nuestra vida.
El posible origen de las sensaciones placenteras de las sustancias psicotrópicas
Hace millones de años, los mamíferos vivían en un entorno caracterizado por una gran escasez de recursos.Debido a ello es muy posible que tuvieran que adaptarse para aprovechar al máximo todos los recursos alimenticios disponibles. Esto produjo que comenzaran a incluir en su alimentación las plantas precursoras de lo que hoy denominamos "plantas psicotrópicas". Estas plantas proporcionaban altas cantidades de nutrientes que conferían a los mamíferos una mayor vitalidad y resistencia. Esto era interpretado por el cerebro de los mamíferos como una mejora adaptativa y por tanto se recompensaba el consumo de estas plantas alterando las cantidades de serotonina y dopamina que son dos neurotransmisores implicados en el sistema de recompensa. Esto se traducía en la aparición de placer, euforia y sensaciones positivas. Con el tiempo, estas plantas, para defenderse de sus depredadores naturales comenzaron a fabricar nuevas sustancias químicas más potentes. Algunas de estas sustancias estaban especialmente diseñadas para alterar el sistema nervioso de los mamíferos vegetarianos con el objetivo de influir en su comportamiento. Los mamíferos a su vez evolucionaron para desarrollar una mayor resistencia a estas nuevas sustancias
tóxicas para poder seguir consumiéndolas en su beneficio. Esto produjo una "guerra armamentística evolutiva". Estas plantas y el sistema nervioso de los mamíferos evolucionaron conjuntamente, ello explica su influencia en nuestro sistema nervioso y nuestra tolerancia a ellas.
Existen numerosas pruebas de este hecho: el cerebro de los mamíferos ha desarrollado sistemas receptores de sustancias exclusivas de estas plantas que previamente no existían. Un ejemplo es el desarrollo de el sistema receptor de opioides. Además el cuerpo de los mamíferos ha desarrollado defensas contra el aumento de la toxicidad de las plantas como el metabolismo de sustancias externas y el reflejo del vómito.
Más recientemente, hay datos de que los homínidos de hace unos 2 millones de años seguían consumiendo plantas psicotrópicas. Hace 13000 años los habitantes de Timor cultivaban habitualmente "areca catechu" al igual que en Tailandia hace 10700 años. En el comienzo del colonialismo Europeo y quizás 40.000 años antes, los aborígenes Australianos tomaban nicotina de sus plantas indígenas al igual que los Americanos tanto del Norte como del Sur. Los etíopes y los norte africanos usaban un análogo de la efedrina el Catha edulis antes de la colonización europea. La cocaína fue consumida por los ecuatorianos hace 5000 años y por los indígenas del Oeste de los Andes hace 7000 años.
Algunas de las sustancias generadas por estas plantas tienen propiedades analgésicas y son excitantes del sistema nervioso. Esto producía que los individuos que las ingerían experimentasen mayor tolerancia al dolor, a los cambios de temperatura, mayor resistencia física, menor fatiga, etc. Claramente estas características eran interpretadas por el cerebro como mejoras adaptativas por lo que se incitaba a su consumo mediante el sistema de recompensa que producía sensaciones de placer y euforia cuando se ingerían. A lo largo de la evolución, estos individuos que sabían aprovechar las cualidades positivas de estas plantas fueron favorecidos por la selección natural.
La adición y el síndrome de dependencia
Existen varias hipótesis para explicar la adición a las sustancias psicotrópicas. Existen factores biológicos, genéticos, psicológicos y sociales. Un factor a tener en cuenta es que en la antigüedad la escasez de recursos hacía innecesaria la existencia de un sistema de control de la dopamina, uno de los neurotransmisores implicados en el sistema de recompensa. De repente, debido al enorme aumento de la calidad de
vida que nos ha dado la civilización y la tecnología, el ser humano se vio rodeado de todo tipo de recursos, lo que ha provocado una falta de control sobre nuestras emociones y la aparición de la adición.
En términos generales, lo que sucede es que el consumo habitual y prolongado produce que las sustancias psicotrópicas que producen emociones positivas y enmascaran las negativas son tomadas por el organismo como parte natural del balance químico del sistema de recompensa. Como consecuencia el organismo se habitúa a ellas produciendo una menor respuesta emocional y produciendo que el individuo cada vez
necesite más cantidad de psicotrópicos para conseguir los mismos efectos. A la larga, la intensidad de la emoción producida por el consumo de estas sustancias es tal, que el sistema de recompensa y las emociones, que regulan nuestro comportamiento dan prioridad a volver a sentir estas emociones por encima de todo lo demás, incluso por delante de conductas vitales como comer, dormir, etc.
El cerebro se centra en la búsqueda de más sustancias con las consecuencias dramáticas que todos conocemos. El síndrome de abstinencia se produce cuando al faltar dicha sustancia se produce una distorsión del balance químico "normal" y el sistema de recompensa dispara una alarma en forma de sensaciones negativas.
El alcohol y el tabaco
El alcohol es por su origen, diferente de las sustancias psicoactivas generadas por las plantas. El alcohol de las sustancias de baja graduación (vinos, cervezas) se obtiene como producto natural de la fermentación de la glucosa. La fruta madura por ejemplo, al fermentarse de manera natural produce alcohol. Este hecho nos asegura que esta sustancia ha estado presente en la historia evolutiva del hombre desde tiempos
inmemoriales. Por esto, los orígenes del placer y la euforia que nos produce la ingesta de alcohol puede tener un origen muy similar al de las sustancias psicotrópicas: el alto contenido energético de las sustancias alcohólicas era beneficioso para nosotros en tiempos de escasez de recursos y por ello su consumo era recompensado con emociones positivas. Actualmente seguimos experimentando esas sensaciones a pesar
de que no existe escasez de recursos y de que la ingesta excesiva de calorías es, en realidad, perjudicial. Lo que sucede es que nuestros genes y nuestro sistema nervioso no han tenido tiempo de adaptarse a las condiciones de vida modernas.
En la antigüedad, en Europa y América, para evitar la disentería y las enfermedades derivadas de consumir agua contaminada, las personas que se lo podían permitir tomaban bebidas fermentadas que les aseguraban que la bebida estaba libre de bacterias. Por ello, en estas zonas la convivencia entre personas y alcohol ha sido mayor, sin embargo, en Asia, se eliminaban las bacterias hirviendo el agua al fabricar el té. Esto explicaría porque aproximadamente el 50% de los Asiáticos carecen de la enzima necesaria para metabolizar el alcohol, estas personas no pueden consumir bebidas alcohólicas debido a que al no poder metabolizarlas experimentan sensaciones muy desagradables.
Al contrario que con el opio o el cannabis nuestro organismo no tiene receptores exclusivos de alcohol por lo que el alcohol utiliza todos los receptores existentes produciendo todo un torrente de emociones. El alcohol parece influir en la corteza cerebral que es la parte que controla las tareas cognitivas superiores, esto produce una "disminución" de la conciencia y una deshinibición de la conciencia de las normas sociales a la vez que se exaltan los instintos primarios como el sexo, la venganza, los celos o la violencia.
Diversos estudios parecen demostrar una clara correlación entre los factores genéticos que suponen una mayor predisposición al consumo de alcohol y los que suponen mayor predisposición al consumo de tabaco. Esto produciría la conocida relación entre tabaco y alcohol. Por otro lado se ha encontrado que hay factores genéticos que son determinantes en la tolerancia al alcohol: hay personas que metabolizan muy
rápidamente el alcohol reduciendo así el tiempo de exposición del organismo a sustancias tóxicas y otros en los que se produce lo contrario. El gen DRD2 está implicado en el control de los receptores de dopamina y el gen DRD4 está relacionado con una mayor resistencia a la adición y una menor sensibilidad a las metaanfetaminas, el alcohol y la cocaína.
Por último hay que destacar la influencia de los estímulos externos y de nuestro estado emocional en los efectos del alcohol, sus efectos varían en función del entorno en el que estemos y de nuestro estado de ánimo: si estamos contentos o frustrados, si hemos discutido con la pareja, si estamos sedientos o hambrientos o si estamos excitados o tranquilos.
Conclusiones
El origen de las sensaciones placenteras que experimentamos al ingerir sustancias psicoactivas no está solamente en las sustancias químicas que contienen, también está el hecho de una asociación mental entre alto contenido energético y placer que la evolución ha "impreso" en nuestro sistema nervioso y que forma parte de nuestro sistema de recompensa. Además, el hecho de que muchas de estas sustancias nos dieran mayor vitalidad y resistencia estableció un vínculo psicológico entre su consumo, la inhibición del dolor, las mejoras en el rendimiento físico y el placer obtenido.
Entender como funciona este proceso, identificar los genes y los sistemas biológicos implicados y comprender como todo esto repercute en el balance químico de nuestro sistema de recompensa será fundamental para poder reducir las gravísimas consecuencias de las adiciones a estas sustancias que actualmente afectan a millones de personas en todo el mundo.
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