El reciente cambio conceptual evolucionista
En las cálidas praderas africanas, el meerkat, un pequeño mamífero pariente de la mangosta vive en colonias, en complejos de madrigueras excavados en tierra seca. Mientras los demás se alimentan, un meerkat se sube hasta una posición elevada para hacer de centinela y avisar a los demás en caso de peligro por la presencia de algún depredador cercano. Este meerkat centinela está arriesgando su vida por el bien
de la colonia ya que al colocarse en una posición elevada es presa fácil de depredadores aéreos como los águilas. Esta conducta altruista está bastante extendida entre los animales y durante un tiempo fue todo un misterio para los evolucionistas: si la evolución funciona mediante la supervivencia del individuo más adaptado ¿Qué fuerza a los individuos a sacrificar su vida por los demás? ¿Que puede ganar el individuo
sacrificándose? ¿Como puede el hecho de morir por los demás ayudar al individuo a tener más descendencia?
La selección natural es un proceso totalmente automático que carece de moralidad y de planificación a largo plazo por lo que el altruismo es imposible de explicar desde el punto de vista de los individuos. La solución a este enigma vino de la mano del gran evolucionista William Hamilton: los actores sobre los que actúa la evolución no son los individuos sino los genes. Si tenemos esto en cuenta todo empieza a tener sentido: el meerkat sacrifica su vida para salvar sus genes, no los que están en su propio cuerpo sino los que están en los cuerpos de sus hermanos y parientes. Esta forma de pensar supone un cambio conceptual brutal: a la evolución solo le interesan los genes y su transferencia de una generación a otra, los individuos son considerados como meros vehículos transportadores, si hay que sacrificar al individuo para que el gen pueda
reproducirse pues se hace.
Este nuevo marco conceptual recientemente descubierto por los evolucionistas parece indicar algo incluso más impactante e inquietante: los genes han creado a los individuos solo y exclusivamente para su beneficio (su reproducción) y la conducta de estos es aquella que en principio más favorece a sus genes. Hay que tener en cuenta que los genes son los que contienen las instrucciones para fabricar todos los órganos de nuestro cuerpo, incluido nuestro cerebro, por esto en el cerebro de los meerkat y de muchos otros animales incluidos nosotros está incluida la "orden" de sacrificarse por nuestros congéneres si es necesario. La lección a aprender de todo esto supone una enorme revolución en la forma de como funciona la naturaleza: ¡Los genes no son nuestros servidores sino que en términos evolutivos somos nosotros los que estamos a su servicio!
El origen del conflicto: el sexo
Ahora que hemos visto que a nivel evolutivo son los genes los que interesan vamos a ver una tremenda consecuencia derivada de la diferencia de intereses entre distintos genes: la guerra de sexos. Como veremos esta guerra permanece hoy en día y sus consecuencias pueden ser trágicas para el devenir de la humanidad.
Hace miles de millones de años ya existían unos organismos microscópicos que practicaban un proceso parecido al sexo pero muy diferente del que nos es común actualmente: los organismos se colocan juntos y en la pared de uno de ellos se forma un tubo delgado que crece hasta conectar a ambos, a través del tubo fluyen genes de un organismo al otro. Al final de la transferencia el tubo se disuelve y los organismos se
marchan cada uno por su lado. Actualmente existen bacterias que siguen practicando este tipo de "sexo". Este proceso surgió debido a que un gen, en su empeño por reproducirse y pasar de una generación a otra consiguió modificar la maquinaria celular y realizar este proceso ¡para pasar él mismo por el tubo y así reproducirse de generación en generación! Estamos probablemente ante el primer caso de manipulación de organismos para beneficio de los verdaderos actores evolutivos: los genes.
Pero el verdadero origen del sexo tal y como lo conocemos, con dos sexos diferenciados surgió más adelante, con la aparición de las primeras células con núcleo. Como sabemos la célula está compuesta por un núcleo en el centro y por una parte que rodea al núcleo hasta la membrana llamada citoplasma. El citoplasma contiene diversos orgánulos entre ellos las mitocondrias que contienen su propio grupo de genes independientes del genoma nuclear y con sus propios intereses. Entre estos intereses no está el proceso de fusión de dos células ligado al sexo, por tanto, los genes del citoplasma se oponen al sexo con todas sus fuerzas. Y aquí es donde comienza una terrible batalla que ha llegado hasta nuestro días. Hoy podemos contemplarla observando por ejemplo al alga unicelular Chlamydomonas presente en cualquier estanque. Este alga vive tranquila y apacible hasta que al final del verano comienza a fusionarse con otros algas de su especie, en ese momento, se desata la destrucción: los
orgánulos de ambas células (mitoncondrias y cloroplastos) al entrar en contacto empiezan a destruirse los unos a los otros (mediante enzimas que rompen su ADN) con tal violencia que al final solo queda un 5% de los orgánulos originales. Esta batalla perjudica seriamente a la célula y para minimizar los daños, los genes del núcleo idearon una estratagema: crearon dos tipos de células, idénticas en todo excepto que un tipo tiene más mitocondrias que el otro, de esta forma la que tiene más mitocondrias ganaría cómodamente a su adversario minimizando así los daños. Para
asegurar que el sexo (la fusión celular) siempre se realizara entre un tipo y el contrario los genes nucleares situaron en el exterior de la célula unas moléculas identificadoras que actúan como una llave y una cerradura. ¡ Este es el origen del sexo y la explicación de porque siempre hay 2 y solo 2 sexos diferentes y el origen como veremos de la guerra de los sexos !
Guerra de sexos
Todos los seres humanos tenemos 23 pares de cromosomas en el núcleo de nuestras células (excepto las células germinales que tienen solo una pareja). En las mujeres, todos los cromosomas tienen su pareja, tener una pareja es muy importante ya que permite intercambiar información genética entre los 2 cromosomas para reparar los posibles errores que se producen a veces durante la división celular o a través de mutaciones. En los hombres existe una pareja que es diferente: ambos cromosomas son diferentes y no se pueden recombinar, es la pareja XY. El cromosoma X es el mismo que tienen duplicado las mujeres en su pareja por eso este cromosoma en los hombres se hereda de la madre. El cromosoma Y solamente se puede heredar del padre y es donde reside la "esencia" del sexo masculino. El cromosoma Y tiene sus propios intereses: como solo puede reproducirse de generación en generación a través de los hombres no le interesa para nada que el descendiente sea una niña.
El óvulo femenino es una célula completa y relativamente grande, posee el núcleo con una pareja completa de genes y un citoplasma con sus correspondientes mitocondrias y sus correspondientes genes. El espermatozoide no es una célula completa: ha sido despojado de su citoplasma para evitar la batalla con los órganos citoplasmáticos del óvulo que hemos visto antes (al final la naturaleza ha impuesto la mejor solución posible). Debido a esto, a los genes mitocondriales no les interesa para nada que el descendiente sea un niño: los genes mitocondriales solo pueden heredarse de la madre por lo que generar hijos supone un desperdicio y una gran perdida de eficacia en sus intereses de reproducirse. Ahora podemos entender el origen del conflicto entre sexos, al crearse los dos sexos todas las especies animales y todos los seres humanos
quedamos divididos en dos bandos, el problema es que ambos bandos tienen intereses genéticos opuestos (aunque ambos se necesitan mutuamente).
Las consecuencias del conflicto
En 1975 Cyril Clarke un profesor de medicina que en sus ratos libres hacía de entomólogo observó algo extraño en una de las especies de mariposas que estudiaba, la Hypolimnas bolina, que reside en los bosques de Australia. Se dio cuenta de que las hembras que había capturado en cierto lugar solo producían descendencia femenina ya que la mitad de los huevos no se incubaban bien. Al observarlos al microscopio se dio cuenta de que los huevos defectuosos eran todos machos. Posteriormente Clarke llegó a demostrar mediante una serie de experimentos que lo que mataba a los huevos machos, fuera lo que fuera, se heredaba a través de las hembras y se encontraba en el citoplasma. ¡ Las hembras habían ganado la batalla en esta ocasión!
A partir de este descubrimiento se han encontrado varias especies en las que sucede algo muy similar, algo en el citoplasma mataba a los descendientes machos antes de nacer. En las avispas parásitas se ha encontrado el culpable: unas bacterias del citoplasma se encargan de realizar el trabajo. ¿Son creadas estas bacterias por los genes del citoplasma para evitar el "desperdicio" de engendrar machos que no trasmitirán sus genes a sus hijos? Y lo más inquietante: ¿Podría suceder algo similar en nosotros los humanos?
En septiembre del 2000 se publicó en la revista American Journal of Human Genetics un artículo que informaba de los resultados obtenidos por un equipo de médicos de Zaragoza. Los resultados son absolutamente increíbles e inquietantes: como dijimos anteriormente, el espermatozoide ha sido despojado por la evolución de su citoplasma para evitar la guerra entre distintos orgánulos citoplasmáticos en el óvulo fecundado, por tanto éste consiste únicamente en un núcleo con una pareja de cromosomas y un flagelo que le sirve para propulsarse y avanzar hacia el núcleo. Pero, ¿adivinan quienes son los encargados de producir la energía para propulsar el flagelo? Efectivamente, se trata de las enemigas acérrimas del sexo y de la producción de machos: las mitocondrias. El equipo de Zaragoza examinó los espermatozoides de un grupo de hombres y los clasificó según la calidad de los mismos (la cantidad y la movilidad).
Actualmente se sabe que entre el 10% y el 15% de las parejas son infértiles en mayor o menor grado y aproximadamente la mitad de los casos la infertilidad se debe al varón. Después, el equipo de Zaragoza volvió a clasificar los espermatozoides en varios grupos según una serie de marcadores genéticos de ADN mitocondrial que denotan un origen genético común para cada grupo. Lo que encontraron es que para un cierto grupo la calidad de los espermatozoides era notablemente menor que el resto, como si a lo largo de la evolución de este grupo algo estuviera produciendo un significativo deterioro de su movilidad. ¿Pudiera ser que las mitocondrias estuvieran deliberadamente afectando a su movilidad para evitar la fecundación?
Aún no hay pruebas concluyentes y se necesitan más estudios, aunque esta impactante e inquietante hipótesis está empezando a ganar adeptos. Hay que tener en cuenta que cualquier mutación en los genes nucleares que produzca un deterioro en la calidad de los espermatozoides sería automáticamente eliminada por la selección natural pero en el caso de los genes mitocondriales esto no sucede, estos genes solo se heredan por vía materna por lo que cualquier mutación que empeore la calidad de los espermatozoides se mantendría de generación en generación. Quizás la homosexualidad masculina
sea otra consecuencia de la guerra de sexos, esta sería una consecuencia de los intentos sucesivos de "feminizar" el embrión.
Por su parte, el "enemigo" de las mitocondrias, el gen Y no se ha quedado atrás en su lucha por defender sus intereses. Existen estudios que parecen indicar que en las moscas de la fruta el líquido seminal del macho induce a la hembra a aumentar la velocidad de ovulación y reducir su apetito sexual para evitar que se aparee con otros machos. En los humanos, los científicos están acumulando indicios de que en el embrión, la placenta es fabricada por los genes paternos para controlar el desarrollo del mismo de forma que favorezca los intereses de los genes paternos.
¿Podrá la ciencia salvar a la humanidad de su extinción?
Como dijimos anteriormente el cromosoma Y es el único que no se puede recombinar genéticamente ya que no tiene pareja. Las consecuencias de esto pueden ser desastrosas: al no poder reparar los errores que se producen aleatoriamente durante la duplicación celular, el cromosoma Y ha ido acumulando estos errores durante milllones de años y si lo observamos actualmente su grado de deterioro es enorme, este cromosoma está totalmente lleno de genes inutilizados y secuencias sin sentido debido al deterioro continuo. Si el deterioro continua a este ritmo es posible que en un futuro el cromosoma Y de los hombres quede totalmente inutilizado. Como es evidente esto significaría nada menos que la extinción de la raza humana. Aún no está totalmente claro que el cromosoma Y acabe extinguiéndose y si lo hace no sabemos cuanto tiempo tardará en hacerlo, sin embargo, hay varios indicios que indican en este sentido, además, lo que está en juego es lo suficientemente importante como para prestar todos los recursos necesarios a estudiar este asunto.
Aunque nuestro origen es el mismo que el del resto de las especies está claro que somos diferentes, somos la única especie en la que la evolución ha "creado" un cerebro tan sofisticado y complejo que es capaz de entender las leyes naturales, lo que nos confiere una impresionante capacidad para entender como funciona el mundo que nos rodea. Por primera vez en la historia, nuestra especie es capaz de modificar el curso de la selección natural: puede modificar de forma planificada y controlada el genoma de cualquier organismo vivo. Esta increíble capacidad permitiría nada más y nada
menos que salvar a la humanidad de su extinción: trasplantando los genes que producen la "masculinización" desde el cromosoma Y a otro cromosoma se lograría salvar al género masculino y la ciencia se apuntaría el logro más grande de todos los tiempos: salvar a la raza humana de su extinción. Esta operación no tendría ningún efecto negativo ya que a la maquinaria celular que ensambla las proteínas codificadas en los genes no tiene en cuenta de que cromosoma procede cada gen.
Es posible que el nuevo cromosoma receptor de los genes sexuales masculinos comience ha experimentar un deterioro similar al que sufría el cromosoma Y pero este proceso tardaría muchos siglos en volver a poner en jacke a la humanidad y si de nuevo
sucediera ¡ahí volvería a estar de nuevo nuestra salvadora: la ciencia !
Fuentes: La maldición de Adán, Bryan Sykes
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